NECRÓPOLIS IBÉRICA DE POZO MORO

RECORDANDO EL DESCUBRIMIENTO DE POZO MORO realizado por el Dr. Carlos Daudén Sala

 

En diciembre de 1970 tuve la suerte y la satisfacción de descubrir la Necrópolis Ibérica de Pozo Moro, aportar la documentación correspondiente y valorar inicialmente los restos hallados. Las primeras piezas fueron encontradas en superficie, situadas en una zona pedregosa, no labrada hasta entonces, en diciembre de 1970 por el aparcero Juan Rodríguez García y el tractorista Juan Sevilla, (es de justicia que figuren los dos) al arar un “majano”.

 

Se escribió y discutió mucho desde entonces sobre el tema en conferencias, coloquios y congresos de arqueología. Hoy se ha podido demostrar que las esperanzas puestas en todo lo que el descubrimiento pudiera aportar sobre el mejor conocimiento del mundo ibérico se han visto confirmadas y aun aumentadas, ya que marcó un verdadero hito en estos estudios.

 

En aquellos primeros momentos me planteé, entre otras muchas cosas, la siguiente pregunta: "¿Se encontrarán datos que nos hagan conocer mejor las costumbres, los medios de vida y la cultura del mundo ibérico?". Hubo cumplida respuesta, el director oficial de excavaciones y máximo conocedor del tema, Profesor Almagro Gorbea, ha dicho: "El hallazgo aportó una dimensión nueva para el estudio y correcta valoración histórica del arte ibérico. Ha supuesto un paso fundamental para la profundización, no solo de la sociedad de entonces, si no en lo que concierne al origen del arte ibérico". Se ha podido comprobar su inspiración directa del próximo Oriente a través de los navegantes fenicios, sin pasar por las influencias griega o cartaginesa, como se creía hasta ahora.

 

En 1970  manifesté que, al igual que ocurre con la aparición de una enfermedad, en el descubrimiento de este necrópolis intervinieron tres factores fundamentales: constitucionales, predisponentes y desencadenantes. Como factor constitucional puede ser considerado la existencia bajo tierra del conjunto, ignorado durante muchos años y a la espera de ser encontrado y valorado.

 

En el factor predisponente se reunieron tres coincidencias: De una parte, un año antes del descubrimiento, en 1969, se realizó la concentración parcelaria de las fincas dispersas y fraccionadas de esa zona, por la cual el bancal en que se encontraron los restos pasó a ser de mi propiedad; en segundo lugar el enclave estaba situado y, por último, mi afición a la arqueología y el constante afán de encontrar y seguir pistas de restos ibéricos que en esa zona iban apareciendo en superficie, me hizo advertir a los lugareños sobre posibles hallazgos.

 

El factor desencadenante vino dado por el hallazgo de restos de piedra y cerámica en un majano y entre los surcos de labranza que por primera vez se trazaban, el estudio por mi parte de esas piezas, el consiguiente informe documentado y la denuncia del hecho a las autoridades competentes, lo que despertó su interés y la inmediata excavación oficial en 1971.

 

Como médico me pareció oportuno ofrecer las primicias del descubrimiento a mis compañeros a través de la revista Minutos Menarini  de difusión médica, en donde se publicó un primer trabajo con abundante iconografía que despertó un gran interés en medios, no sólo sanitarios, sino arqueológicos. Consecuencia de ellos fui invitado por la A.E.A.A. a dar una conferencia en el C.S.I.C. y a escribir un segundo artículo en la misma revista  en el que detallé los aspectos de los trabajos de arqueología de campo llevados a cabo en la primera campaña de excavaciones de 1971.

    

Constantemente numerosos arqueólogos han destacado la importancia del monumento funerario allí encontrado. El director del Museo Provincial de Arqueología de Albacete, don Samuel de los Santos, ya fallecido, entusiasmado con el hallazgo e ilusionado con la instalación en su museo, entonces en construcción, reservó un amplio recinto para su ubicación.

 

Sus deseos se verían más tarde frustrados porque la reconstrucción y colocación se ha realizado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Siempre he creído que esta pieza de excepción nunca tendría que perderse ni tampoco ser alejada de nuestro país; tenía que recuperarse y conservarse en el lugar adecuado de nuestra España, evitando su expoliación o su destrucción. Por eso doné todo el material extraído al Estado, renunciando a la indemnización que me hubiera correspondido. Aun cuando está muy bien reconstruido y situado junto a otras piezas ibéricas excepcionales, repetidas veces manifesté mi deseo de que su sitio idóneo hubiera sido en el moderno y magnífico museo de Albacete. Sin embargo, las autoridades han considerado más oportuno conservarlo y mostrarlo junto a otras piezas singulares ibéricas, como las Damas de Elche, Baza y Cerro de los Santos, los relieves de Osuna, la Bicha de Balazote, etc., para una mejor compresión en su conjunto de ese mundo nuestro tan peculiar.

 

La Necrópolis Ibérica de Pozo Moro se encuentra en el término municipal de Chinchilla (Albacete), a 14 kms. de esa ciudad, a 31 kms. de Albacete y a 7kms. de Pozo Cañada, su pueblo más cercano, junto a la carretera local que une Horna con Pozo Cañada, a 700 m. al Oeste de la antigua Vereda Real de Cartagena, a la distancia media aproximada de una línea recta que uniera el Cerro de los Santos con Balazote. A 125 kms. en línea recta de la costa mediterránea en un cruce de caminos importante en aquella época, la unión de la vía Norte-Oeste (Vía Herakleia, llamada después Vía Augusta), que unía el Guadalquivir, área de la cultura tartésica, con el sudeste y Levante, área de la Cultura Ibérica.

 

El poblado, según Almagro Gorbea, no se ha encontrado, pero lo situa como hipótesis junto a la actual Chinchilla. Sin embargo, según el Prof. Blanquez , podía estar ubicado cercano a la necrópolis. Personalmente me hace suponer, por los datos que dispongo de restos materiales y fotografías aéreas, que dicho poblado existiría al otro lado de la carretera local Pozo Cañada-Horna, a unos 100 ms, al norte de la necrópolis.              

 

La construcción del monumento funerario en zona tan alejada del mar parece, según Martín Almagro, que se realizó por obreros foráneos del medio peninsular, siguiendo la inspiración oriental, obra quizá de artesanos de la colonia fenicia de Cádiz, pero realizada in situ, ya que se utilizó piedra local.

 

Rodeada de una especie de acera de unos dos metros de ancha formada por guijarros de cuarcita negros y blancos y debajo de unos enterramientos posteriores, se halló la base del monumento, cuadrangular de 3,65 m. De lado, formada por tres hileras de sillares en escalera de piedra arenisca. Sobre esta base una torre con relieves en sus cuatro caras y unos leones adosados en sus esquinas. Todo ello se encontró muy deteriorado y sus piezas muy dispersas. Con una altura probable de unos 5 ms., su hipotética reconstrucción debida al Prof. Almagro Gorbea, aunque en lo fundamental ha sido acertada, está muy controvertida en sus detalles y sobre todo en cuanto a su altura.

 

En el interior del basamento se hallaron fragmentos de sillares rotos y debajo un suelo de arcilla roja quemada que correspondería al piso preparado para realizar la ceremonia ritual de la cremación del cadáver, probablemente perteneciente a un caudillo o gran jefe de aquella zona, o régulo de entonces. En el centro de esa capa de arcilla apareció un círculo de tierra negra formada de cenizas y huesecillos procedentes de la cremación y entre ellos se recogieron restos del ajuar también quemado: Objetos de oro, plata, bronce, hierro, huesos y junto a ellos un kylix ático del círculo del Pintor de Pithos, un lekythos y restos de una figura de bronce perteneciente al asa de un aenochoe griego. Todo este ajuar lo fecha Almagro Gorbea en torno al 500 a.c. y se puede contemplar, junto al monumento, en el Museo Arqueológico Nacional (M.A.N.) de Madrid.

 

Me cabe la legítima satisfacción de haber realizado este descubrimiento y de haberlo dado a conocer porque, si no es por mi insistencia y las facilidades que di para la excavación, el estudio y la conservación de las piezas extraídas, este monumento no se encontraría hoy en España.

 

Es posible que por haber renunciado a la indemnización que legalmente me correspondía y donado al Estado las primeras piezas encontradas en la entonces finca de mi propiedad, por mi dedicación a la arqueología y por haber podido conservar esta maravilla ibérica, se me nombrara en 1994 Miembro de Honor de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología con ocasión de su XXV Aniversario y muy recientemente me fuera concedida la Medalla de Honor de dicha entidad.

 

Las esculturas de los cuatro leones tumbados, con medio cuerpo lateral adosado a las paredes de la torre y sus cabezas de bulto redondo, son de proporciones naturales. De fauces abiertas, con sus cuatro colmillos, de entre los cuales asoma la lengua. Cabeza estilizada, de ojos amigdaloides y sesgados y orejas acorazonadas. Son estas cabezas unas piezas excepcionales de las que no he visto en España parangón en cuanto a estilo, arte y belleza.

 

Se conservan algunos fragmentos de relieves de las paredes del monumento. Son de friso corrido y representan escenas mitológicas de inspiración probablemente neohitita, escenas rituales, religiosas con personajes extraños, uno de ellos con dos cabezas superpuestas recibiendo una curiosa ofrenda, animales monstruosos, cabeza de león que lanza fuego por la boca, etc. Existe una escena de un jabalí de dos cabezas, que la arqueóloga Ruiz Bremón interpreta como un cerdo bifronte y sería un recurso utilizado ya desde el mundo asirio al ibérico pasando por el italo-etrusco, del cual fundamentalmente se inspiraría esta pieza.

 

Otro de los relieves representa una escena fálica con personajes masculino y femenino de pie en actitud de coito. Pieza realmente excepcional por cuanto no se conoce ninguna otra escena semejante en el mundo ibérico.

 

Fuera del monumento se han encontrado también restos de esculturas de guerreros a caballo, cabezas de caballo, pequeñas esfinges, un tritón o monstruo marino, etc.

 

El monumento está rematado en su parte superior por una incompleta gola y se  desconoce si sobre ella habría un techo plano o una construcción más alta piramidal. Por el estudio de construcciones paralelas de la zona de Anatolia, Persia y Fenicia,                 

 

Almagro Gorbea sugiere se debe a una influencia neohitita y feniciosiria. Puede ser, por la importancia y características del monumento, que se tratase de una sepultura de carácter monárquico, probablemente, según este mismo autor, de un rey o régulo que debía tener un carácter hierático, institución cultural del mundo del Mediterráneo oriental, por lo que el monumento de Pozo Moro se debe interpretar, a la luz de sus conocimientos actuales, como la manifestación en el campo de la cultura material de la llegada paralela de influjos originarios del oriente mediterráneo, que actuaron igualmente en el ámbito de las ideas y de la organización social. Período, pues, orientalizante de la cultura ibérica.

 

En definitiva, el descubrimiento de Pozo Moro, en palabras de la arqueóloga Raquel Castelo "Supuso un verdadero revulsivo en el estudio de las necrópolis ibéricas, materializando con su monumento el inicio de una línea de investigación, todavía no acabada, que afectó a las principales facetas que configuran el espacio funerario. Nos referimos al papel jugado por la arquitectura monumental, por la escultura, a la tipología de los enterramientos y, derivado de todo lo anterior, su jerarquización social, paisaje y sociedad".

 

Por todo ello creo que es muy útil recordar ahora el hecho y valorarlo actualmente a la luz de los conocimientos que de su estudio se han realizado hasta la fecha. "Sin el descubrimiento, y por tanto su estudio, habría sido difícil valorar muchas de las piezas aparecidas en otros yacimientos arqueológicos y el conocimiento de la arquitectura ibérica seguramente no sería el mismo que tenemos en la actualidad", según Raquel Castelo, Juan Blanquez y Emeterio Cuadrado.

 

Este monumento, único en su género, del siglo VI a.C. ha permitido conocer mejor la sociedad ibérica y, de una manera quizá decisiva, los orígenes del arte de esta nuestra primera cultura peninsular, indígena, con su propia personalidad. Señala Encarnación Ruano que el estudio de piezas aisladas aparecidas en otros yacimientos puede hacer suponer que existan monumentos similares. Sin embargo, la reconstrucción y el estudio que se ha podido realizar del Monumento de Pozo Moro nos demuestra, según mi entender, que hasta ahora no se conoce ninguno que se le pueda comparar. Hoy se ha demostrado que Pozo Moro ha permitido conocer la mitología ibérica, ha propiciado datos fundamentales para comprender la sociedad de entonces y precisar mejor su cronología. Ha facilitado la interpretación de importantes fenómenos culturales hasta ahora mal valorados y abre nuevos caminos para entender mejor los procesos históricos culturales prerromanos del Mediterráneo occidental y, como dice Almagro Gorbea, "Ha permitido conocer la compleja mitología ibérica, ya que evidencia mitos sobre la fecundidad, el mundo de la ultratumba y probablemente el origen de los dioses y de la monarquía sacra. Estos mitos de origen oriental y preclásico son probablemente originarios del mundo urrita y cananeo, trasmitido a través de la colonización fenicia".

 

Todas estas consideraciones, a los 24 años del descubrimiento, nos llenan de orgullo y satisfacción por cuanto supone que un médico modesto aficionado a la arqueología, haya podido contribuir de una manera tan fundamental a tales fines al proporcionar los elementos necesarios para que ilustres arqueólogos estudiaran y discutieran el asunto y a conservar para España este excepcional monumento, sobre cuya reconstrucción definitiva todavía no se ha dicho la última palabra.

            

BIBLIOGRAFIA:

 

1.- C. Daudén Sala. (1978). «El descubrimiento de la NecrÓpolis Ibérica de Pozo Moro». Boletín de la A.E.A.A. 10.

2.- C. Daudén Sala. ( 1971 ). «Recientes hallazgos ibéricos en Pozo Moro». Minutos Menarini. 40.

3.- C. Daudén Sala. (1972). «Excavaciones arqueológicas en Pozo Moro». Minutos Menarini. 50.

4.- Juan José Blanquez Pérez. (1991). Congreso de Arqueología Ibérica. Las Necrópolis. Universidad Autónoma de Madrid

5.- Martín Almagro Gorbea. (1978). «Los relieves mitológicos orientalizantes de Pozo Moro». Trabajos de Prehistoria.

Vol.35.

6.- Mónica Ruiz Bremón. (1983). «Simbolismo funerario de uno de los relieves de Pozo Moro». Congreso de Historia de Albacete.

7.- Raquel Castelo Ruano. (1994). «Documentación y hemerografía del monumento de Pozo Moro». Boletín de la A.E.A.A. 34.

8.- Raquel Castelo, Juan Blanquez y Emeterio Cuadrado.(1991). Veinte años de Arqueología en España. Boletín de la A.E.A.A. 30-31.

Encarnación Ruano. (1979). «¿Fué único el monumento funerario de Pozo Moro...? . Boletín de la A.E.A.A. 11-12.

9- Plano y fotografías del Dr. Carlos Daudén Sala.

 

Se han consultado también las Tesis Doctorales de las Doctoras en Arqueología Encarnación Ruano Ruiz, 1991 «<La escultura humana de piedra en el mundo ibérico») y Raque] Castelo Ruano, 1993 ( «Arquitectura Ibérica. Elementos y técnica, Monumentos funerarios y culturales de la zona del sudeste peninsular»).

 

Dr. Carlos Daudén Sala

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